Garci Lopez de Cardenas - Индекс потомака
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21/2 <1+1> ♂ Lope Ruiz de Cardenas [Cardenas]3
31/3 <2+2> ♀ Constanza de Cardenas [Cardenas] 42/3 <2+2> ♂ Lope Ruiz de Cardenas [Cardenas] 53/3 <2+2> ♂ Garci Lopez de Cardenas [Cardenas]4
61/4 <5+3> ♂ Lope Ruiz de Cardenas [Cardenas] 72/4 <5+3> ♂ Garci Lopez de Cardenas [Cardenas]García López de Cárdenas, natural de Ocaña, era hijo del comendador santiaguista de Socovos del mismo nombre, fallecido en 1414, y de María Cerón. De niño fue criado en el palacio del maestre Lorenzo Suárez de Figueroa y siendo todavía muy joven fue recibido como freire en la Orden de Santiago. Fue titular de la encomienda de Caravaca en 1429, y años después, en 1442, designado comendador mayor de León por el maestre Enrique, de quien fue estrecho colaborador y fiel consejero. Sirvió también con lealtad al maestre Álvaro de Luna, y a comienzos de 1446 fue enviado junto al mariscal Diego Fernández, señor de Baena, y el comendador mayor de Santiago en Castilla, Gabriel Manrique, al mando de trescientos hombres de armas, a poner fin al cisma de Rodrigo Manrique, comendador de Segura y autoproclamado maestre de Santiago con el apoyo del rey de Aragón Alfonso V y del propio Enrique, príncipe de Asturias. Más adelante, en 1450, habiendo perdido la vista en una refriega campal junto a Torija, en la que falleció su hijo Gutierre de Cárdenas, comendador de Villanueva de Alcaraz, decidió renunciar a la encomienda mayor de León en manos del maestre Álvaro de Luna, quien, a su vez, la cedió a Alonso de Cárdenas, otro de los hijos de García López. No se sabe exactamente cuándo murió, pero sí que su cuerpo fue sepultado en la iglesia de San Pedro de Ocaña. Casó en dos ocasiones, con Juana García Osorio y con Leonor de Sandoval. Además de los dos hijos citados, Gutierre y Alonso de Cárdenas, fue también padre de Constanza de Cárdenas, mujer de Juan Zapata, el comendador de Hornachos que sería ayo del príncipe don Juan.
Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, parte Chronica de Sanctiago, Toledo, 1572 (ed. facs., Barcelona, 1980), fols. 55r. y 60v.; F. Pérez de Guzmán, Crónica del Serenísimo Príncipe Don Juan, segundo Rey deste nombre por Fernán Pérez de Guzmán, en C. Rosell (ed.), Crónicas de los Reyes de Castilla, II, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953, pág. 652; Marqués de Siete Iglesias, Alonso de Cárdenas, último maestre de la Orden de Santiago. Crónica inédita de dos de sus comendadores, Badajoz, Diputación Provincial, 1976.
Carlos de Ayala Martínez
https://dbe.rah.es/biografias/18777/garcia-lopez-de-cardenas5
111/5 <7+?> ♂ Alonso de Cardenas [Cardenas]Natural de Córdoba, según los cronistas santiaguistas Orozco y Parra, o de Ocaña, según Rades, fue hijo de García López de Cárdenas, comendador mayor de León, y de María García Osorio. Antes de acceder al maestrazgo, su cursus honorum dentro de la orden de Santiago lo constituyó, en primer lugar, la titularidad de las encomiendas de Villoria y de Villanueva de Alcaraz —sucediendo en esta última a su hermano Gutierre de Cárdenas, muerto en la batalla de Torija—, y más adelante, desde 1450, la de la encomienda mayor de León. En ese mismo año, su padre había renunciado a ella en la persona del maestre Álvaro de Luna, y éste, a su vez, la cedía a Alonso de Cárdenas, quien, por su parte, contraía matrimonio con la sobrina del maestre, Leonor de Luna, hija natural de Rodrigo de Luna, castellán de Amposta y prior hospitalario de Castilla y León.
La primera elección de Alonso de Cárdenas como maestre santiaguista se produjo a raíz de la muerte del maestre Juan Pacheco en 1474, pero fue una elección en discordia. En efecto, dado que el fallecimiento de Pacheco se había producido en una localidad próxima a Trujillo y, por tanto, en la provincia santiaguista de León, el prior de San Marcos reivindicó para sí la iniciativa en la convocatoria capitular y elección canónica de su sucesor. Los trece y comendadores que acudieron al llamamiento prioral, decidieron entonces entregar el maestrazgo al comendador mayor de León, Alonso de Cárdenas. Al tiempo que estos hechos se producían, el prior de Uclés, en uso de la costumbre habitual, había convocado sesión capitular electiva en la sede central de la orden, y de ella salió maestre el comendador de Segura y conde de Paredes, Rodrigo Manrique. El cisma, de claras implicaciones territoriales, se mantuvo durante algún tiempo, hasta el fallecimiento de Rodrigo Manrique en noviembre de 1476, aunque no es descartable que antes se hubiera producido algún tipo de acuerdo entre ambos pretendientes.
Desde un primer momento, Alonso de Cárdenas se mostró firme partidario de la causa de Isabel la Católica en la guerra civil, y al mismo tiempo luso-castellana, con que se inicia su reinado. Nada más comenzar esa guerra, y en tanto el rey Fernando preparaba su enfrentamiento campal con las tropas portuguesas, la reina Isabel, en junio de 1475, notificaba a Cárdenas el encargo de combatir «a fuego e a sangre» haciendo una entrada en el reino vecino, para lo cual debía contar con la colaboración de cuantas ciudades y enclaves fronterizos demandara. Más adelante, su intervención en la batalla de Albuera frente a las setecientas lanzas movilizadas por el obispo de Évora sería decisiva para poner fin al conflicto en 1479.
Sin embargo, el fallecimiento de Rodrigo Manrique no había sido seguido del inmediato reconocimiento de Cárdenas como único maestre de Santiago. Entre los freires había una facción de apoyo al pretendiente antiisabelino al maestrazgo, Diego López Pacheco, marqués de Villena, y la reina, a punto de ganar la guerra, no quiso desbaratar las negociaciones conducentes a la paz con una decisión precipitada. Isabel, de hecho, se opuso a una segunda y efectiva elección del comendador mayor de León: el 14 de diciembre de 1476 un capítulo general de la orden, reunido en Uclés, entregaba, por seis años, la administración del maestrazgo al rey Fernando. Éste no hizo uso del plazo concedido, y, apenas cumplido el primer año de la administración —noviembre de 1477—, fue devuelta la dignidad al capítulo, a su prior y a los trece, quienes entonces, y con la aprobación de los reyes, no dudaron en confiar el maestrazgo a Alfonso de Cárdenas. Pero no fue ésta una compensación graciosa a la negativa del año anterior; de hecho, el comendador mayor había seguido titulándose maestre y percibiendo las correspondientes rentas del maestrazgo en la provincia de León. Sólo la voluntad negociadora de los reyes evitó una ruptura: el precio fue el reconocimiento formal de Cárdenas como maestre.
A partir de aquel momento, la lealtad del maestre hacia los Reyes Católicos quedó definitivamente consolidada, y por ella desarrolló las dos grandes actividades que caracterizaron su mandato: la normativa, emanada de los capítulos generales de Uclés-Ocaña-Corral de Almaguer de 1480-1481 y Écija de 1485, y la militar, llevada a cabo a través de las campañas reconquistadoras de la guerra de Granada.
La actividad normativa se inscribe en la ya relativamente larga trayectoria de los maestres reformadores del siglo xv, en especial Lorenzo Suárez de Figueroa y el infante Enrique. Como antes ellos, ahora el maestre Cárdenas se preocupa en el itinerante capítulo inaugurado en Ocaña en 1480 de actualizar y sistematizar los establecimientos de la orden, introduciendo las medidas correctoras que pudieran contribuir a perfeccionarlos en sintonía con la regla, que, por cierto, era también adaptada a las comunidades femeninas mediante una nueva versión entonces promulgada. Por su parte, las disposiciones disciplinarias emanadas del capítulo de Écija de 1485 constituyen todo un esfuerzo de adaptación de la normativa anterior a las nuevas circunstancias secularizadoras, llegándose a sancionar la desaparición de no pocos de los tradicionales compromisos monásticos de los freires.
Por otro lado, la actividad militar del maestre se halla vinculada fundamentalmente al gran proyecto reconquistador de los Reyes Católicos: la guerra de Granada. No deja de ser significativo que Cárdenas, en las emblemáticas Cortes de Toledo de 1480, y en su calidad de “capitán y alférez del apóstol Santiago para la guerra contra los moros”, fuera el encargado de protagonizar la ceremonia de bendición de estandartes que no mucho después guiarían a los freires en las operaciones de conquista de Granada. Su destacado papel en ella le llevó a realizar una ajustada actualización de las lanzas potencialmente movilizables por la orden en el aludido capítulo de 1480-1481. En efecto, Alonso de Cárdenas, imprescindible consejero de los reyes, se halla presente en el escenario de la guerra desde el comienzo mismo de las operaciones. Cuando, tras el pretexto que supuso la toma de Zahara por los granadinos en los últimos días de 1481, los reyes Isabel y Fernando deciden iniciar formalmente la ofensiva contra el emirato, la primera medida adoptada fue la de que el maestre de Santiago “fuese con gentes de armas a la cibdad de Écija”. A partir de aquel momento, y prácticamente durante toda la guerra, el maestre santiaguista, desde su cuartel general de Écija, quedó como responsable máximo del sector occidental de la frontera, sin duda el más activo. Desde allí, en compañía de otros nobles, contribuyó a la conquista de Alhama y a su compleja defensa, que prácticamente polarizó la atención de los acontecimientos bélicos entre 1482 y 1484. Para ello la monarquía puso a su disposición doscientas cincuenta lanzas, además de las guarniciones asentadas en cada una de las fortalezas fronterizas. Desde luego, no todas las operaciones en que intervino el maestre se vieron coronadas por el éxito. En marzo de 1483 se produjo la “rota de la Ajarquía”, en la sierra malagueña. En ella —“la mayor derrota desde Alarcos”, en opinión de Luis Suárez— Alonso de Cárdenas estuvo a punto de morir, y se perdieron, entre desaparecidos en combate y cautivos, más de treinta comendadores, incluidos entre los primeros el alférez responsable del estandarte de la milicia. En cualquier caso, era frecuente que en la organización de las cabalgadas de cierta envergadura, tan rentables cara al debilitamiento del emirato, el maestre ocupara la vanguardia.
Pero muy pronto, a partir de 1485, se plantea una nueva fase de la guerra. Las “entradas” de castigo se combinan cada vez más con asedios y ocupaciones sistemáticos. En la primavera, el maestre de Santiago tomaba la localidad de Cártama y aducía imperativos religiosos derivados de la propia naturaleza originaria de la orden para solicitar del Rey su tenencia: situada a sólo dos leguas de Málaga, resultaba esencial para garantizar su conquista. Ésta finalmente se produjo en el verano de 1487, y en efecto, la presencia del maestre y su orden se dejó sentir; de hecho, sería el primo de Alonso de Cárdenas, el comendador mayor de León, Gutierre de Cárdenas, el encargado de situar en lo más alto de la alcazaba malagueña el emblema de la cruz y el estandarte del apóstol Santiago. Esta febril actividad que el maestre despliega en la frontera occidental, y que no dejaría de producirse en la fase final de la guerra, no le impidió estar presente en otros frentes fronterizos: cuando en 1489, en el contexto final de la contienda, los Reyes Católicos decidieron organizar un inmenso ejército con destino a la conquista de Baza, el maestre de Santiago fue situado una vez más en la vanguardia comandando mil ochocientas lanzas, junto a efectivos procedentes de Écija y un puñado de espingarderos toledanos.
Y es que el maestre de Santiago era normalmente y con diferencia el caudillo cristiano que más efectivos era capaz de situar en los distintos escenarios de operaciones: en 1487, el de las decisivas campañas malagueñas, comandó mil doscientas lanzas, más que ningún otro prócer, y en 1489, sus 1.760 caballeros superaban a mucha distancia el millar corto de los movilizados por Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo y Cardenal de España. No cabe duda de que el papel del maestre y de su orden constituyó una contribución decisiva a la victoria final de 1492; por ello, Fernando el Católico le concede la villa de la Puebla del Maestre y otras.
Fue el último gran servicio que el maestre prestó a los reyes. Murió en Llerena en julio de 1493 a la edad aproximada de setenta años. Inmediatamente después, la corona asumió la administración del maestrazgo, como de hecho ya había ocurrido con el de Calatrava y enseguida tendría también lugar con el de Alcántara.
Alonso de Cárdenas, de su matrimonio con Leonor de Luna, dejó una sola hija, Juana de Cárdenas, que contrajo matrimonio con Pedro de Portocarrero, señor de la villa de Moguer y de Villanueva del Fresno. Fue su única hija legítima. Tuvo, además, otros dos hijos naturales: Pedro de Cárdenas, comendador de Hornachos, y Leonor de Cárdenas.
Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980), fols. 69-73; Marqués de Siete Iglesias, Alonso de Cárdenas, último maestre de la Orden de Santiago. Crónica inédita de dos de sus comendadores, Badajoz, Diputación Provincial de Badajoz, 1976; D. Rodríguez Blanco, “La reforma de la Orden de Santiago”, En la España Medieval, V. Estudios en memoria del profesor Sánchez Albornoz, II, n.º 9 (1986), págs. 929-960; M. A. Ladero Quesada, Castilla y la conquista del reino de Granada, Granada, Diputación Provincial, 1987; L. Suárez Fernández, Las Órdenes Militares y la guerra de Granada, Sevilla, Fundación Sevillana de Electricidad, 1992.
Carlos de Ayala Martínez
https://dbe.rah.es/biografias/18778/alonso-de-cardenasСмрт: 31 јануар 1503, Alcalá de Henares, Comunidad de Madrid, España.
Nació en Ocaña, hacia 1440; era hijo de Rodrigo de Cárdenas y de Teresa Chacón. Una familia, por ambas líneas, de profundas vinculaciones con la Orden de Santiago en la que muchos de sus miembros desempeñaron cargos de gran importancia. Fue introducido en la Corte por su tío, el autor de la crónica de Álvaro de Luna, Gonzalo Chacón, casado con una dama portuguesa del séquito de la reina Isabel, y por el arzobispo Alfonso Carrillo.
Forma parte de ese grupo de personas que encarnan el legado político de Álvaro de Luna y de los incondicionales de la princesa Isabel desde el primer momento. Se carece de todo dato de Gutierre hasta que doña Isabel es trasladada a Ocaña, en noviembre de 1468, por instigación del marqués de Villena, que desea tenerla vigilada mientras convierte en papel mojado los acuerdos de Guisando. En estos meses se negocia el matrimonio de la princesa con Fernando de Aragón; es entonces cuando aparece la figura de Gutierre que había sido nombrado maestresala por la princesa.
Fue el comienzo de una vida de fidelidad y servicios a la reina. Actuó como correo entre Isabel y Alfonso Carrillo para organizar la negativa a la propuesta de matrimonio con Alfonso V de Portugal, al tiempo que se mantenía la negociación con Aragón, para el matrimonio con el príncipe Fernando del que fue uno de los principales inspiradores. Preparó la entrevista de la princesa con el plenipotenciario aragonés, Pierres de Peralta, en Cervera, en marzo de 1469, cuando Fernando firmó las primeras capitulaciones: la importante donación que en ese momento le hizo Fernando fue el reconocimiento de su decisiva participación en el feliz resultado de la negociación.
Cárdenas y Alfonso de Palencia viajaron a Aragón para realizar los últimos preparativos de la arriesgada entrada de Fernando en Castilla para contraer matrimonio; le acompañaron hasta Burgo de Osma y se adelantaron a Valladolid para prevenir la llegada del príncipe. Estuvo en Valladolid, en la primera entrevista de los príncipes Fernando e Isabel y, desde luego, en su boda.
Unos meses después, en agosto de 1470, Doña Isabel donaba a Gutierre de Cárdenas, en reconocimiento de los servicios prestados, en particular por la negociación de su matrimonio, las villas de Elche y Crevillente, que había recibido de su esposo. Elche protestó por salir de realengo, en contra de los privilegios otorgados a la villa, que la princesa había prometido respetar; fue la primera reacción en un largo contencioso en el que hubo un largo silencio de un decenio; en compensación, Doña Isabel entregó a Gutierre las alcaidías de Sax y Chinchilla.
Probablemente en 1471 contrajo matrimonio con Teresa Enríquez, una de las damas del séquito de la princesa, al parecer muy implicada en él; Teresa era hija del almirante Alfonso Enríquez, hermanastro de Juana Enríquez, la madre de Fernando; y era, por tanto, prima de éste. De este matrimonio nacieron: Rodrigo, que murió niño, aunque ya había sido acordado su matrimonio con María, hija de Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, otros íntimos colaboradores de Doña Isabel; Diego, heredero del mayorazgo, I duque de Maqueda, que se casó con Mencía Pacheco, hija del marqués de Villena; Alfonso, que murió accidentalmente en Burgos, en 1497, durante las fiestas que tuvieron lugar en las bodas del príncipe de Asturias; María, que se casó con Francisco de Estúñiga, y Fernando, muerto en la niñez.
Fue uno de los organizadores de la proclamación de Doña Isabel en Segovia, el 13 de diciembre de 1474; poco después de la “concordia de Segovia” (15 de enero de 1475) punto de arranque de la reorganización de la Monarquía, de confirmación de algunos importantes cargos y de nombramiento de otros muchos, fue designado contador mayor. Era hombre de máxima confianza de los reyes, quienes le encomendaron la custodia de su primogénita, Doña Isabel, en Medina del Campo.
Además de consejero y diplomático, fue toda su vida un hombre de acción. Tuvo una destacadísima participación en las operaciones militares contra el ejército portugués, muy en particular en la batalla de Toro (1 de marzo de 1476), en la que se encontraba en lo más recio del combate. También ocupó un lugar destacado en alguno de los episodios que expresaron la forma en que los reyes entendían el ejercicio de su autoridad tanto sobre los rebeldes que se sometían como ante los desobedientes, aunque hubieran prestado grandes servicios.
Una de esas situaciones fue la sucesión en el Maestrazgo de Santiago. En noviembre de 1476 había fallecido el maestre Rodrigo Manrique; Alfonso de Cárdenas, comendador mayor de León, era el candidato más caracterizado: sin duda resultaría elegido. Los reyes deseaban limitar el enorme poder de la Orden y, sobre todo, impedir el desequilibrio que su control por un linaje podía provocar. Por ello, la reina Isabel ordenó a que renunciase a sus pretensiones; el 14 de diciembre, ante el Capítulo General de la Orden se dio cuenta de que el Maestrazgo sería asumido personalmente por el rey durante seis años.
Apenas fueron once meses; en ese tiempo se negoció un acuerdo por el que Alfonso de Cárdenas aceptaba una importante contribución dineraria de la Orden a favor de la Monarquía para contribuir al esfuerzo de guerra contra los moros. En noviembre de 1477, don Fernando renunciaba a la administración de la Orden y Alfonso de Cárdenas era elegido maestre. Su cargo de comendador mayor de León, el segundo en importancia en la Orden, fue ocupado por Gutierre, a pesar de que ni siquiera era caballero. Tomó el hábito en la iglesia de Santiago, en Sevilla, en presencia de los reyes, el 18 de diciembre de 1477; uno de los primeros servicios del nuevo comendador fue el cerco de Utrera; otra muestra, en sentido opuesto, de la forma en que se ejercía autoridad.
Fernandarias de Saavedra, alcaide de Zahara, un héroe de la frontera, había hecho acto de sumisión a la reina en junio de 1476. A pesar de los servicios prestados, en noviembre de 1477, los reyes le ordenaron devolver Tarifa al almirante, Alfonso Enríquez, y Utrera a la ciudad de Sevilla: era desmontar gran parte del señorío que había construido al amparo de la guerra civil. Se negó a hacerlo ordenando la resistencia en Utrera; Gutierre de Cárdenas fue designado para mandar las fuerzas de cerco que sólo tuvo éxito con la llegada de refuerzos dirigidos por el marqués de Cádiz. Utrera fue tomada en marzo de 1478 y sometida a terrible castigo.
Era Gutierre de Cárdenas pieza importante en las conversaciones mantenidas en Alcántara por la reina con su tía Beatriz de Bragança, en marzo de 1479, punto de partida de las difíciles negociaciones que condujeron durante el tiempo de las vistas, Cárdenas fue el alcalde de esta fortaleza, designación que recibió de manos de Álvaro de Estúñiga por orden de doña Isabel. Fue también, junto con el condestable Pedro Fernández de Velasco uno de los protagonistas en la extinción de la difícil resistencia de Extremadura que en algunos momentos pareció capaz de reabrir el enfrentamiento con Portugal.
Se hallaba presente en las Cortes de Toledo de 1480, momento esencial de la construcción de la Monarquía; como muchos otros experimentó una reducción importante de sus “juros” —derechos otorgados por los reyes a particulares de cobrar una parte de una determinada renta—, medida imprescindible para el saneamiento de los recursos de la Hacienda. Siempre junto a los Monarcas, estuvo en las Cortes de Calatayud-Zaragoza, también en Barcelona y, finalmente, en Valencia. Estando en Barcelona, en marzo de 1481, la reina le confirmó la donación de Elche, realizada diez años antes, con la nueva protesta de la ciudad que alegó sus privilegios y mantuvo un largo forcejeo durante los meses siguientes que concluyó en la inevitable aceptación de la voluntad real, reiteradamente expresada, aunque su resistencia reapareció cada vez que se presentó la ocasión propicia. Durante la estancia de los reyes en Valencia, en diciembre de 1481, tomará Gutierre posesión personal de Elche.
Durante esos meses finales de 1481 estuvo gestionando la compra de Torrijos y Alcabón al cabildo de Toledo, que se veía perturbado en su pacífica posesión por las reclamaciones e intromisiones del Concejo de esta ciudad. Fue un largo proceso negociador que concluyó en abril del año siguiente; en su virtud, Cárdenas adquirió el que sería el verdadero centro de su señorío, Torrijos, luego elegido como lugar de su último reposo, e instituyó una capellanía perpetua en la capilla de Santa María la Antigua, de la catedral toledana, en cuyo retablo se conserva hoy su imagen y la de su esposa Teresa Enríquez, acompañados, respectivamente, de Santiago y San Juan Evangelista.
La Guerra de Granada constituyó el escenario de sus más importantes intervenciones militares y diplomáticas; también su esposa desarrolló un extraordinario trabajo en el hospital de campaña, una de las aportaciones personales de la reina. Cárdenas se halló presente en las operaciones de socorro a Alhama, en marzo de 1482, y en todas las operaciones importantes de la guerra: fue el encargado de tomar posesión de Álora, en junio de 1484, y estuvo en las tomas de Ronda y Casarabonela, en mayo y junio de 1485. Fue nuevamente el encargado de tomar posesión de Vélez Málaga, que se entregó en mayo de 1487, y uno de los negociadores de la rendición de Málaga, tras durísimo sitio, cuya toma de posesión le fue también confiada.
Hacía entonces dos años que había sido nombrado mayordomo mayor del príncipe don Juan, a cuyo servicio como pajes se hallaban sus hijos Diego y Alfonso. Sus servicios, siempre premiados por los reyes, lo fueron también, en Valencia, con ocasión de la celebración de las Cortes, en abril de 1488, en que le ratificaron la donación de Elche, y, poco después, con su nombramiento como alcaide de Toledo.
De nuevo, en la guerra de Granada, desempeñó un papel protagonista en el cerco de Baza: le correspondió dirigir las operaciones que completaron el cerco de la ciudad, y la negociación de la rendición de la ciudad, asunto en el que era un verdadero experto. Recibió como reconocimiento las alcaidías de Almería y Baza y el encargo de guarnecer Guadix con sus fuerzas.
Desde 1487 se reanudaron los contactos con Portugal para hacer efectivo el matrimonio de la princesa Isabel con el príncipe portugués Alfonso, acordado en la paz de Alcáçovas, nunca anulado, a pesar de las sangrientas acciones contra los Bragança en 1483; las operaciones de la Guerra de Granada, y los gastos que suponía, imprimieron un ritmo lento a las negociaciones, que se aceleró desde 1490 cuando aquella guerra parecía a punto de concluir. Gutierre de Cárdenas y fray Hernando de Talavera fueron los encargados de negociar los últimos detalles previos al matrimonio, en Sevilla, a lo largo de los meses de marzo y abril de ese año: se fijó una altísima dote para la princesa a la que por parte portuguesa se entregó un señorío de similar importancia.
Desempeñó, asimismo, un papel esencial en la toma de Granada, similar al protagonizado anteriormente en otras ciudades tomadas de este reino. Gutierre fue el capitán de la tropa que, de acuerdo con lo pactado con Boabdil, entró sigilosamente en la Alhambra la noche del 1 al 2 de enero de 1492; en una sala de la torre de Comares recibió las llaves de la fortaleza de manos del emir, ordenó la custodia de torres y puertas y, poco después, en un salón del cuarto de Comares se dijo la primera misa en la fortaleza. Después entró el grueso de las tropas con el conde de Tendilla y el de Cifuentes y se elevó la Cruz e hicieron ondear en la Torre de la Vela los pendones reales y de la Cruzada. Por sus servicios, recibió entonces Marchena y su tierra con mil vasallos.
En octubre de ese año se hallaba con los reyes en Barcelona donde se negociaba con Francia el acuerdo que constituyó el tratado de Barcelona (febrero de 1493), y en septiembre de 1493 entraba en Perpiñán, hecho que sellaba la devolución de Rosellón y Cerdeña a Aragón.
Nuevamente en funciones de alto diplomático, Gutierre de Cárdenas fue, junto con Enrique Enríquez y Rodrigo Maldonado de Talavera, uno de los representantes castellanos que negoció con los portugueses, sobre los informes emitidos por los geógrafos de ambos reinos, los tratados de Tordesillas de partición de los océanos y regulación de las navegaciones en la costa africana, firmados el 7 de junio de 1494.
El 11 de enero de 1495 falleció el cardenal Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo; la sucesión en la mitra toledana era asunto respecto al cual los reyes ya tenían tomada una decisión antes del fallecimiento del ilustre prelado. Cárdenas fue uno de los que sugirió el nombre de fray Francisco Jiménez de Cisneros y, por encima de añadidos anecdóticos, quien acabó venciendo la resistencia del propuesto en una entrevista en el monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid.
Consejero imprescindible y acompañante asiduo de los reyes, desde hacía tantos años, formaba parte del séquito de la reina en su viaje a Laredo para despedir a doña Juana, que partía para casarse en Flandes. También lo estuvo en la boda del príncipe Juan, en Burgos; allí, con ocasión de las fiestas que tuvieron lugar para celebrar tal acontecimiento, el 4 de abril de 1497, falleció su hijo Alfonso, víctima de un accidente hípico.
Este triste acontecimiento afectó muy profundamente a Gutierre, tanto que, probablemente, fue la causa de que otorgara testamento, en Alcalá de Henares, el 31 de marzo del año siguiente. Todavía tendría ocasión de protagonizar algunos actos importantes: al mando de la escolta, acompañó a la princesa Catalina que, en mayo de 1501, salió de Granada, camino de La Coruña, para embarcarse hacia Inglaterra. El 25 de julio cumplió la peregrinación en Santiago de Compostela. Estuvo presente en el juramento de doña Juana y don Felipe como herederos, en mayo de 1502; fue decisiva su opinión para que el Consejo tomara la decisión de desaconsejar absolutamente el viaje de Fernando a Nápoles cuando, en septiembre de 1502, se planteó esa cuestión.
Poco después, en octubre de ese año, Gutierre de Cárdenas enfermó gravemente. El 28 de enero de 1503 instituyó mayorazgo, con Maqueda como cabeza, para su hijo Diego. Se hallaba entonces con la corte en Alcalá de Henares, sin duda para contar con la ayuda de los mejores médicos: allí falleció, el día 31 de enero. Fue enterrado en el convento de San Francisco de Torrijos, residencia casi permanente de su viuda en el futuro. De su magnífico sepulcro quedan únicamente sus bultos yacentes que pueden contemplarse en el coro de la colegiata de este lugar.
Bibl.: L. Barón Torres, Don Gutierre de Cárdenas, íntimo confidente y consejero de los Reyes Católicos, Madrid, Editora Nacional, 1945; L. de Salazar y Castro, Los comendadores de la Orden de Santiago, II. León, pról. del Marqués de Ciadoncha, Madrid, Patronato de la Biblioteca Nacional, 1949; A. Maciá Serrano, Los Reyes y la Corona. (El pleito de Elche), Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, 1978; M. de Castro y Castro, Teresa Enríquez, la “Loca del Sacramento” y Gutierre de Cárdenas, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y estudios toledanos, 1992.
Vicente Ángel Álvarez Palenzuela
https://dbe.rah.es/biografias/14355/gutierre-de-cardenas6
121/6 <10+6> ♂ Diego de Cardenas [Cardenas]Los primeros señores de Cárdenas procedían de una rama colateral de la Casa condal de Haro, señores de Vizcaya. Diego de Cárdenas, octavo señor, era hijo primogénito de Gutierre de Cárdenas, séptimo señor de Cárdenas, comendador mayor de la Orden de Santiago en el Reino de León, contador mayor de Castilla y consejero de los Reyes Católicos, y de Teresa Enríquez, hija del almirante de Castilla, Alonso Enríquez. Esta dama, fallecida en olor de santidad, fue muy célebre en su tiempo por su piedad y extremada religiosidad, hasta el punto de ser apodada la Loca del Sacramento.
Gutierre fue poderoso consejero de la futura reina Isabel la Católica. Durante largo tiempo se convirtió en uno de los mayores apoyos de la entonces infanta de Castilla, en un tiempo en que aún no era la heredera al trono, pues vivían sus hermanos Enrique IV y el infante Alonso. Participó activamente en las negociaciones que concluyeron con el casamiento de Doña Isabel con su primo Fernando de Aragón. Intervino igualmente durante la guerra civil sosteniendo la causa de Doña Isabel y destacándose en la batalla de Toro contra los partidarios portugueses de Juana la Beltraneja. Años más tarde sirvió durante la conquista del Reino de Granada, especialmente en las tomas de Loja y Álora y en el sitio y conquista de Málaga. Los Reyes Católicos le concedieron, entre otras muchas mercedes y reconocimientos, la jurisdicción señorial sobre las villas de Maqueda, Torrijos, Elche y Chinchilla. Su último servicio fue acompañar a la infanta Juana hasta el puerto de Laredo donde debía embarcar rumbo a Flandes; allí casaría con el archiduque Felipe de Austria. Le sorprendió la muerte el 31 de enero de 1503. Su viuda le sobrevivió más de veinte años (falleció el 4 de marzo de 1528).
Diego de Cárdenas y Enríquez heredó y gozó del favor regio logrado por su padre, aunque nunca llegó a alcanzar la influencia y autoridad de su progenitor. Junto a su padre participó con sus hombres de armas en la guerra de Granada. Finalizada su conquista, y en honor a su valentía y méritos, fue nombrado primer adelantado mayor del Reino de Granada. Sucedió a su padre en las tenencias y alcaidías de Carmona, La Mota, Chinchilla y Almería. En 1529, Carlos V le concedió el ducado de Maqueda, además del marquesado de Elche para los primogénitos de su Casa. Al año siguiente el emperador incluyó al flamante duque y a su casa entre la veintena de agraciadas con la grandeza de España. Murió en 1542.
Diego de Cárdenas fue comendador mayor y miembro del Consejo de los Trece de la Orden de Santiago, además de octavo señor de la villa de Cárdenas y segundo señor de Maqueda, Torrijos, Elche y Chinchilla. Fue igualmente alcaide de los reales alcázares de la Mota y Segovia. De su matrimonio con Mencía Pacheco de Velasco, hija de Juan Pacheco, duque de Escalona, marqués de Villena, y de María de Velasco, nació su heredero Bernardino de Cárdenas Pacheco, segundo duque de Maqueda y primer marqués de Elche. Otros hijos de los primeros duques fueron: Gutierre de Cárdenas, comendador de Oreja de la Orden de Santiago; Alonso de Cárdenas, que se casó con María Pacheco, hija de Juan Pacheco, segundo señor de la Puebla de Montalbán, y Magdalena de Cárdenas, que se casó con Pedro López de Ayala, quinto conde de Fuensalida.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Archivo de los duques de Maqueda, sign. 63.A. López de Haro, Segunda parte del Nobiliario Genealógico de los Reyes y Títulos de España, Madrid, Viuda de Fernando Correa de Montenegro, 1622, págs. 298-301; V. M.ª Márquez de la Plata y L. Valero de Bernabé, El Libro de Oro de los Duques, Madrid, Prensa y Ediciones Iberoamericanas, 1994, págs. 204-205.
Santiago Martínez Hernández
https://dbe.rah.es/biografias/16524/diego-de-cardenas-y-enriquez